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Feria Taurina 2021. Justo antes de la verdad por Rafael Torres. Revista taurina por el Pitón derecho, nº 6.

Justo antes de que suenen clarines y timbales, hay un lugar en la plaza que centra todas las miradas: el patio de cuadrillas. Me refiero al Patio de Cuadrillas. O “El Purgatorio”, para algunos toreros. Quedarse en la tierra o subir al cielo del triunfo comienza desde ese patio con el paseíllo.

Son muy pocas las personas qu
e tienen acceso al Patio de Cuadrillas, ese lugar misterioso  en el que confluyen la ilusión por el triunfo, la tensión por el fracaso, y  las agitaciones por ver al héroe vestido de luces. El escenario se convierte en un crepitar de emociones minutos antes de que los toreros se calen la montera y se líen el capote de paseo antes de dar el paso final adelante.

La llegada de los espadas al patio de cuadrillas siempre es un momento de embrollo  e impaciencia. Junto a la puerta se junta aficionados que esperan ansiosamente y con anhelo  ver a su torero preferido, ilusionados con esa fotografía o autógrafo del ídolo que a punto está de enfrentarse a la muerte en forma de toro.

Una vez dentro del patio y antes d
e tener su particular segundo de intimidad tras cruzar el umbral de la capilla, el torero, por lo general, suele atender con agrado a las personas que se le acercan.

 Una mezcla de emociones y nervios que invaden el ambiente.  El olor a tabaco, y a arena recién mojada se hace cada vez más presente en el lugar.  Desde el interior del patio se escucha el ruido de los aficionados que poco a poco van poblando sus localidades.

Los nervios en los toreros se hacen presentes. Recuerdo a un joven novillero conquense-omitiré su nombre porque en Cuenca nos conocemos todos-que debutaba con picadores y que mientras esperaba el inicio del paseíllo le preguntó a su padre: “¿No habrá visto usted por aquí a mi padre?”. Así se “masca” en el patio de caballos.



No puedo pasar por alto la presencia en ese mismo  patio de cuadrillas de Rodolfo Rodríguez “El Pana”, (convertido en acontecimiento en la Feria Taurina de San Julián 2013).

El último romántico y bohemio del toreo mexicano, se encontraba en el patio de cuadrillas apretándose un puro entre los labios- a su alrededor se apretujaban en torno a su figura-de vino y oro- aficionados y personal de plaza que le solicitaban para una foto de recuerdo. Repaso y evoco mentalmente,  el andar del Apizaco, solemne y lento desde el principio hasta el final con su sarape de Saltillo terciado al hombro y el rítmico tranco procesional bien remarcado en la arena.

De esos  recuerdos que me
han marcado, repaso también la  imagen del malogrado y valiente torero “Iván Fandillo”, con su mirada y su quietud, inmersa, embebida y sumida en la soledad y en la oscuridad de ese patio. Sin hablar con nadie, en la misma posición hasta que se inicia el paseíllo cavilando  y especulando que en el estoque pone su corazón porque no cabe más verdad que matar con el corazón.

Es curioso que en apenas 15 minutos se puedan producir tantas emociones en el Patio de Cuadrillas. Desde la joven que ha conseguido poder entrar al patio  para ver a su ídolo y al verlo tan cerca siente  que la presión sanguínea le baja de repente y le aumenta el calor hasta llegar a desmayarse teniendo que ser atendida por los servicios médicos de la plaza.

Hasta la figura del patán, amigo del político de turno- es una excepción- que aprovechando su cargo le lleva a saludar en persona a su mito y leyenda taurina. Al acercarse al maestro vierte la copa que luce entre las manos en las zapatillas relucientes al “Maestro” que le responde: “Vaya zafio tosco, y rústico  que ha traído ustez”.

Pase lo que pase, el  patio de cuadrillas seguirá siendo el abi
smo oscuro en el  que entra el torero para poder divisar al fondo  la luz de la arena, con ese
haz  deslumbrador por el que ilusiones y temores se entremezclan  a la velocidad de la luz en la mente de los toreros.

Foco neurálgico  de la  irrupción  de los nervios. De todas las formas y colores. Tensión a borbotones dentro de un cuerpo que grita de forma silenciosa aquello de que “cuanto más necesitas un triunfo, más miedo pasas”.

Rafael Torres/ /20 de agosto de 2021


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