El Ayuntamiento de Madrid reconoce al periodista conquense Raúl del Pozo
El pasado lunes, día 18 de abril, el Ayuntamiento de Madrid aprobaba en Junta de Gobierno extraordinaria la concesión de la Medalla de Honor de la ciudad al periodista y escritor conquense Raúl del Pozo por ser “maestro de cronistas” y apasionado de Madrid.
Raúl de Pozo Page, es un madrileño de Cuenca. En el Foro y en los Madriles logró la condición de leyenda viva de las letras patrias. Por medio, de un periodismo que tiene exaltación, disposición, precepto junto a un punzante y agudo sentido del humor que es lo que le hace ser un periodista sublime.
Para los que cada mañana empezamos el día leyendo la columna “El ruido de la calle” en la contraportada del diario El Mundo, cuando nuestro protagonista tomó el testigo del fallecido Francisco Umbral, en 2007.
Nos congratula esa merecida medalla. Ahora se dan muchas medallas, pero la mayoría no tienen estimación ni valoración alguna. En este caso es totalmente proporcionada y adecuada. Del Pozo es un legendario periodista, maestro de maestros que a sus años es ya todo un mito, que se inició en la Ofensiva Conquense, sucesor del Diario de Cuenca.
Se formó en el diario Pueblo propiedad de los sindicatos verticales del régimen, en el Mundo Obrero órgano oficial del Partido Comunista, y en los años 80 en Interviú cuando la prensa empezaba a ser independiente y sensacionalista. Obtuvo en esa década sus primeros premios: Premio Pedro Rodríguez y premio Francisco Cerecedo, otorgado por la Asociación de la Prensa Europea en España para galardonar aquellas personas que se distinguen por su buen hacer en el trabajo periodístico.
Quién se lo iba a decir, a ese chiquillo de la aldea de La Torre, que para ir a la escuela a Mariana (Cuenca) tenía que recorrer todos los días tres cuartos de hora de ida y vuelta, que hizo el Bachillerato en Cuenca y Magisterio. Ejerciendo como maestro en el pueblo conquense de Uclés. Que la capital del Reino que hoy lo condecoró sería su Cielo de las letras.
Su vida es de novela. Se largó a Barcelona en busca del dorado teniendo que compartir piso con un chulo de putas anarquistas, hizo autoestop, para llegar a París, donde le prendió fuego a la casa de Alberto Olivares.
Pasó por las radios más importantes del momento. Elaboró reportajes con información de primera mano desde Rusia, Londres, Cabo Cañaveral cuando el hombre salió a conquistar la Luna, desde Portugal con la Revolución de los Claveles, en Chile cuando la gran manifestación debajo de la tarima de Salvador Allende. Hechizado por su profesión.
Lo conocí en el año 2009 cuando el Club Rotary de Cuenca le nombró conquense del año. Se mostraba enormemente feliz junto a su hermana, María Ángeles. Señalaba en sus palabras a la hora de recoger su distinción, que notaba un cariño, una simpatía de la Cuenca que le vio nacer porque a veces uno tiene una sensación de desconfianza de la ciudad que le vio nacer. Indicando que nadie es profeta en su tierra.
Siento admiración por su escritura. Porque lleva el periodismo en sus venas y la poesía en el espíritu. Su obra incansable abarca todo los ángulos del oficio de periodista. Es un ejemplo para las nuevas generaciones además de un maestro.
Me alegro hondamente que se te premie, y más aún, que se te reconozca tu extraordinaria categoría como escritor nada más y nada menos que en Madrid, donde el valor de los reconocimientos es doble.
En los últimos años, ha recibido infinidad de premios y homenajes. La Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense le reconoció su labor. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en 2017 le otorgó el galardón más importante, la Medalla de Oro de la Comunidad, en el Día de la Región.
Ahora, es el Ayuntamiento de Madrid el que reconoce a este ilustre escritor conquense de La Torre, una aldea de Mariana (Cuenca) con una Medalla de Honor de la capital del Reino.
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