La segunda jornada de vaquillas ha transcurrido con normalidad, con animales rápidos que llevaban peligro y que ha provocado algún susto con el traslado de un varón al hospital. La Banda Municipal ha contribuido a animar el ambiente antes de la suelta.
Amanece en Cuenca pero no es un día cualquiera. Es el segundo día de vaquillas y queda mucho trabajo y diversión por delante. Desde por la mañana el ambiente festivo se nota en el Casco Antiguo, aunque de forma mucho más distendida que por la tarde.
Es el turno de veteranos y familias que suben en esos momentos de tranquilidad mientras la mayoría de Cuenca está en sus trabajos. No faltan alicientes. Siempre es fácil encontrarse con grupos de amigos y peñas que dan ambiente festivo. Y por supuesto; música, mucha música y las charangas son las encargadas de animar el ambiente que sorprende a los grupos de turistas que, ajenos a los festejos, visitan la ciudad.
También es el momento de los preparativos, comidas, meriendas y barras de seguridad en los locales para evitar que las vaquillas puedan entrar, no siempre lo consiguen y esta tarde se ha visto como una de las vaquillas entraba en uno de los locales para regocijo de algunos y susto de otros que se creían a salvo de estas visitas.
La hora de comer se acerca y la afluencia de peñistas crece. No son pocos los que comen en la parte alta para aprovechar al máximo toda la fiesta. Y una parte fundamental de la misma son los pasodobles de la Banda Municipal.
“Nuestra misión es dar ambiente antes de la suelta y el público que viene a escucharnos los acoge de buen grado como se demuestra el hecho de que cada año tengamos más público”, aseguraba Juan Carlos Aguilar, el director de la banda, en declaraciones para eldiadigital.es. Una tradición que se consolida cada año para el que se selecciona un repertorio enfocado a personajes y compositores conquenses que “el público sabe reconocer y es un gusto ver a los incondicionales”, comentaba satisfecho Aguilar.
El sonido del cohete da lugar a otro tipo de sonido, gritos, risas, citas a la vaquilla, el trotar de las zapatillas en los adoquines, y también música, la del grupo Tiruraina que animaba una plaza que en las primeras horas presentaba ‘media entrada’. Se notaba que el primer día de fiesta había pasado factura. No en vano, llevábamos un año esperándolas.
La emoción crecía con la segunda vaquilla que protagonizaba buenas carreras limpiaba en varias ocasiones unas atestadas escaleras de la catedral. Las reses de ayer conocían el terreno y eran las que mandaban en la plaza. A ellas se sumaban cinco nuevas que daban un excelente juego.
Sonaba de nuevo el estallido del cohete para indicar otra de las tradiciones más respetadas de las fiestas; la merienda. Es momento de recuperar fuerzas y disfrutar de los bocadillos, de todos los tamaños, formas y sabores, que preparan las fiestas. En esos momentos los más tardíos ya habían recuperado sus lugares y el aspecto en los aledaños recuperaba la normalidad de las fiestas.
Después volvían las carreras, largas e intensas que ponían a prueba la labor de los maromeros. Un trabajo que no elimina por completo el peligro de los animales y que, por desgracia, no siempre se pueden evitar cogidas. Ejemplo de ello ha sido el varón que ha tenido que ser trasladado al hospital después de sufrir un traumatismo craneoencefálico y ser atendido en el puesto de la Cruz Roja.
Ya lo advertía Fernando Herranz, delegado Gubernativo, “los animales están resultando muy rápidos y eso significa más peligro”. Reconoce que a pesar de la tradición poco a poco se van cambiando detalles “tanto para la tranquilidad de los corredores como para garantizar el mejor trato posible para los animales”.
La jornada llega a su fin. Mañana volverán las vaquillas y las carreras. Ahora es hora de los preparativos para la verbena que también forma parte fundamental de la fiesta.
Cuenca | D. G. / Rafael Torres.
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