Las vaquillas de San Mateo tienen tantas formas de vivirlas como conquenses las disfrutan. El tercer día de sueltas ha vuelto a dejar grandes carreras, diversión y pocos incidentes.
La tarde en la plaza comenzaba con división de opiniones. Entre algunos abucheos que se escucharon al alcalde y los aplausos que se llevaba la Banda Municipal de Música en los pasodobles. Además, a pesar de la distancia, Cataluña estuvo presente en la plaza Mayor con continuos ‘Viva España’ durante el traslado del Pendón.
Pero el estallido del cohete devolvió la unanimidad a la plaza. Las vacas ya corrían por el callejón y la fiesta continuaba. Es el tercer día de sueltas y el cansancio hace mella en los asistentes que lo combaten como pueden con ánimo y alegría.
Pero aunque son muchos los valientes que se atreven a medir sus fuerzas delante de los animales, y así alimentar el motor de las fiestas, son muchos más los que disfrutan de estos días desde la seguridad de las barreras.
Es el caso de Julián Saiz, un conquense que desde hace 45 años no vive en la capital y a pesar de ello asegura que no se ha perdido ni un solo año estas fiestas. “Siempre nos colocamos en el sitio de los valientes, El Mangana, porque nos gusta y es un buen lugar para verlas subir y bajar”, comentaba mientras la vaquilla estaba a pocos metros de distancia. Asegura que quien vive en la distancia mantiene viva la pasión por la fiesta de una forma especial y volver a ella implica mucho más que una mera diversión. Y es que para muchos conquenses que se han tenido que marchar a vivir fuera, San Mateo sigue siendo un nexo de unión con sus familias, amigos y toda una vida entera.
Y es que muchos de los asiduos a estas fiestas tienen sus lugares preferidos para verlas. Hay muchos donde elegir. La fuente de los canónigos, donde llevan a beber a las vaquillas; las escaleras de la Catedral, atalaya privilegiada; los arcos del Ayuntamiento, paso obligado de las reses; o las salidas de toriles, donde se ve con precisión el trabajo y el esfuerzo de los maromeros. Por suerte este año se respeta el patrimonio y las escenas de niños encaramados a la fachada de la Catedral no se ven. Esperemos que pase al olvido lo que nunca debió convertirse en una costumbre.
Pero también los hay que les gusta estar dentro de la plaza, aunque ya no puedan correr, para tener libertad de ir de un lado a otro y alternar con todas las amistades. Es el caso de José López que a sus 77 años sigue manteniendo la misma ilusión por “las mejores fiestas de Cuenca” que cuando era un chaval y comenzó a subir. Sólo se ha perdido las fiestas en una ocasión y fue porque operaron a su hijo, comenta orgulloso. Durante estos días no es raro ver el contraste de ver a personas de mucha edad como a familias con niños de pocos meses. Una bonita forma de que la tradición perdure y garantizar que las nuevas generaciones mantengan viva la llama.
Otros, viven la fiesta detrás de las vaquillas. Son los maromeros. Jesús Pardo, ‘El Parri’ lleva 25 años en este oficio y en esta ocasión asegura que el ganado está dando mucho juego y los corredores “se están divirtiendo y no hay muchos percances, que es lo principal”, comenta a eldiadigital.es. Desde su veteranía asegura que este año está resultando mejor que en otras ocasiones, tanto por el buen hacer de las vacas como por una menor afluencia de gente debido a la coincidencia entre semana. “Al ver las vacas más huecos pueden correr”, explica. Una labor la de los maromeros que por mucho que se diga nunca se valorará en su justa medida. Por ello, desde aquí lo queremos decir una vez más, gracias.
Un tercer día en el que las reses han dado un gran juego en el improvisado ruedo y con ello una buena fiesta, diversión y mucha alegría en las calles y alrededores. Qué sigan estas fiestas que tienen mil y una formas de vivirlas.
Cuenca | D. G. / Rafael Torres.
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