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-PARRI,DALE MAROMA ¡ POR SIEMPRE JAMÁS!






-Prepara la vaca Jacinto, que empieza San Mateo, y este año las “vacas enmaromadas” se preguntan si lo acontecido en el parlamento Catalán, a finales del mes julio, de prohibir las corridas de toros, pueda llegar también a nuestra querida Cuenca. Alguna vez en septiembre, cuando los conquenses nos preparamos para celebrar san Mateo, asumiendo que los más acérrimos defensores de los animales se oponen a que se utilicen reses bravas en las fiestas de nuestras ciudades y pueblos, argumentando que es una practica cruel que atenta contra los derechos de estos y que no se puede considerar ni una manifestación cultural ni tradicional.

Este hecho ocurrido me parece relevante, y mucho, porque puede servir también para que en zonas en las que ni se había tanteado prohibir las corridas de reses bravas, se lo planteen ahora. Quién no nos dice que a lo mejor a alguien se le ocurre la idea de maquinar que se quiten del programa festivo de san Mateo la suelta de vaquillas enmaromadas y que se celebre sin éstas, abriendo un debate que ya está brotando dentro nuestra sociedad, y que no podemos dejar pasar por alto. Particularmente lo veo poco realizable; la gracia de san Mateo reside para mí en la suelta de vaquillas. Si por un casual alguien las quisiera sustituir de las fiestas de san Mateo, éstas dilapidarían su esencia, todo lo demás es perfectamente prescindible y sustituible.

Nuestra ancestral Vaquilla, como se ha dicho siempre tiene su origen en el año 1581, en que se instituyó ese día 21 de septiembre como fecha de la conquista de la ciudad y el concejo de Cuenca decidió celébralo con corridas de toros como acto de fiesta. Al principio se soltaban toros, y no iban enmaromados, se corrían en el coso del río Huécar y luego, a partir de 1581 en la Plaza Mayor de la ciudad, comprometiéndose las autoridades que a partir de ese momento se correrían toros ¡por siempre jamás! En el año 1862, se suplantaron los toros por las vacas, y desde entonces hasta ahora se ha seguido haciendo excepto en años de guerra.
Después de varios siglos corriendo vaquillas, podemos afirmar que esta singular fiesta es la más antigua por su atávica historia y la más popular por tradición conquense, siendo una seña de identidad de la urbe y de sus ciudadanos, resistiendo el paso del tiempo y las no poca dificultades vividas.
Como amante de esta fiesta y por todo lo anteriormente reseñado, me presto a defenderla de lo que pueda sucederle en un futuro, contemplando una época un tanto revuelta para la fiestas relacionadas directamente con la cabaña brava, coincidiendo plenamente en las reivindicaciones expuestas por otros defensores, preocupándome mucho cualquier ataque a la libertad individual de los ciudadanos, queriendo eliminar un espectáculo arraigado en lo más hondo de nuestras costumbres y cultura.

-Parry, dale maroma a la vaca, que yo ya espero impaciente en el callejón largo y estrecho del Clavel. La tensión se va acumulando. Alrededor, los habituales, corredores en su mayoría de Cuenca, que hemos elegido este punto, porque es el más peligroso y complicado sin duda. Nos damos ánimos, el ritmo cardiaco lo tengo elevadísimo, 120 pulsaciones, miro a mi alrededor, veo toda clase de personajes, unos serios, ya saben a lo que venimos, otros de fiesta, que preguntan por que dirección viene el burel, me tengo que evadir, la preocupación me esta desbordando, las piernas me tiemblan, espero que no me fallen.

Rezamos, intentamos abstraernos, concentrarnos en la mayor medida de lo posible, intento suavizar la pelea interna en el que corazón, la cabeza y el estomago se confunden y cuando oímos ese sonido seco, sordo lejano y peculiar del cohete lanzado por Julito, indicando la inminente suelta, hace que nuestro corazón quiera salir del tórax de un solo golpe, sin saliva, no nos queda otra que salir corriendo, ya vemos la maroma, empiezan los gritos, empujones, por que aparece la “Belleza de la Madre del Toro” y de nuevo el rito se ha vuelto a cumplir, la vaca ya esta aquí.

Publicado en la revista Zurra y Maroma, en el año 2012.
                                                                                               Rafael Torres.





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