Esta devoción eterna que sentimos los conquenses
fue declarada de Interés Turístico Internacional en el
año 1980 junto a Sevilla, Málaga y Valladolid.
Presumiendo de ser una de las
primeras de España en conseguir esta prestigiosa “denominación de origen” de
las fiestas religiosas nacionales. Logrando por sus peculiaridades intrínsecas
una gran promoción turística de las tradiciones y costumbres de España tanto en
el interior como en el exterior.
Estas singularidades propias que mantiene la Semana
Santa y que la hacen diferente del resto, se fundamentan, en una sucesión de desfiles
procesionales que mantienen el orden
cronológico en la representación de la Pasión, Muerte y Resurrección del
Señor. Sus procesiones están marcadas
por la llama del fervor, y la ruda sobriedad
en los adornos que la complementan, huyendo de lo superfluo y recargado.
Típicos rasgos de las tierras de la Meseta Castellana.
Otra idiosincrasia propia que diferencia a los
desfiles conquenses con los del resto de España, es la particular forma de
desfilar con los pasos en las procesiones. Estos son portados por los
“banceros”, un cargo original y propio del lugar, cuyo término se utiliza solo
en Cuenca. No hay ningún paso que se lleve a costal o en carro. El bancero
coloca su hombro sobre los varales
o palos llamados banzos que sujetan las andas donde va colocado el Paso procesional. Y ahora bien lo mejor, además de soportar un tremendo peso físico durante cerca de 9 horas que duran los desfiles procesionales, estos tiene que pagar por portar las imágenes en una dura subasta con precios que oscilan entre los 300 y los 2.200 euros.
Me faltaría hablar del escenario que hace posible
que todas estas imágenes brillen con luz
propia y escenifiquen su “verdad” y el porqué de su creación. Ese espacio
convertido en teatro de historia y
sueños es la bella ciudad de Cuenca. Creada por la mano celestial sobre un pedestal de rocas en busca del
cielo. Solamente una ciudad como Cuenca
podía tener una Semana Santa sublime y distinta al resto de las demás ciudades
españolas. Denominada con acierto la “Jerusalén de Castilla” por su similitud
con la “Vía Dolorosa “de Tierra Santa.
Ver desfilar las imágenes por sus calles
escarpadas, junto a casas que han sido construidas en compleja disposición,
ascendiendo las laderas del Cerro de la Majestad y del Socorro, sobrecoge el
alma del creyente y del curioso observador que se pregunta en su interior, ¿Qué
devoción, o fe tienen que tener para estar ahí debajo del madero, soportando
tanto peso?
No cabe duda, la Semana Santa de Cuenca es una
catequesis viva de la Pasión de
Jesucristo en una meritoria tierra apostólica.
Las Hermandades mantienen vivo el respeto piadoso al Creador,
exteriorizado y dignificado en sus desfiles procesionales donde exponen y
muestran como un texto evangélico los acontecimientos más significativos de la
salvación humana. Hasta el punto que uno puede llegar a sentir la presencia de
Jesús en el recorrido evocador que día a día hacen sus desfiles.
Podemos afirmar, que quién visita Cuenca en Semana
Santa reconoce que es fácil llegar a vivir una experiencia espiritual que deja
honda huella en la sensibilidad cristiana percibiendo la delicada presencia del
amor infinito de Jesús hacia la humanidad al encontrarse con su semblante en
cada calle de la ciudad colgada.
Los nazarenos
con su penitencial hábito y en su
particular cruzada llevan la muerte a lo más alto de la ciudad, a través
de calles pendientes y estrechos vericuetos que suben hasta el Calvario
escenificado en la Plaza Mayor. Allí la Cruz alza a Cristo delante de la
Catedral, ante miles de personas que muestran una fuerte comunión de afectos,
sin saber por qué.
La procesión
debe continuar. Marca el paso la campana con su tañar de muerte. Los penitentes tienen que seguir cabizbajos y
solemnes el recorrido de sudor y sangre, abordando y descubriendo en cada paso
del desfile el sufrimiento de “Jesús”.
Ese es el propósito bendito de enmienda en el recorrido del fervor conquense
por sus estrechas calles y largas cuestas, rincones de Cuenca en piedra viva
que guardan estrecha relación con el vivido por el Salvador.
Pero falta lo más importante, para que estos
desfiles emocionen y brillen tanto al que participa en ellos como al que los
ve. La
atención, y el mimo, junto con el
cuidado y esmero que ponen los
miles de nazarenos en cada detalle que conforma el recorrido desde que se
inicia hasta que finaliza en la iglesia de salida bajo su capuz. Porque la
Semana Santa de Cuenca rebosa de una
belleza natural y de una
gran personalidad propia. Hasta el punto
que cuenta con sus propios compositores musicales que dotan a los desfiles de
un ritmo acompasado y propio que ayuda a
soportar el peso de los pasos procesionales.
En grandes rasgos este es el conjunto de
características permanentes e invariables que determinan la Semana Santa de Cuenca, única como la
ciudad y sin las cuales no sería lo que es. Y es más, me atrevo a decir que no hubiera llegado nunca tan lejos en el tiempo como lo ha hecho.
Ahora bien, vengo observando año tras año en la
Semana Santa de Cuenca, que en cada desfile que la forma se van incorporando por parte de algunas
Hermandades, elementos nuevos, que poco tienen que decir y significar en
nuestras procesiones. La tendencia e
inclinación, desde mi punto de vista, es
simple y llanamente la acción de imitar a otras Semana Santas y en particular a
la de la zona del sur.
Nuestras procesiones se han llenado de incensarios
o botafumeiros que llenan el recorrido procesional de materias aromáticas.
Cuando solo debe oler a cera quemada.
Que yo recuerde, ese elemento no es
propio de nuestra Semana Santa. Estos turíferos
en algunos desfiles son llevados por
jóvenes revestidos con adornadas dalmáticas que poco o nada tienen que
ver con los orígenes de la Semana Santa,
pues resulta ser una vestidura litúrgica propia del diácono.
Se empieza a imponer en determinadas Hermandades la
iluminación de las imágenes con solo la llama de las velas en detrimento de la
luz artificial tan característica en nuestros pasos. La llamada del inicio de
la procesión con el redoble del tambor y
las trompetas se ha cambiado en algún desfile por el golpear del picaporte
contra la puerta. Se introducen dentro del desfile coros de voces de niños
cuando el único canto oficial es el del Miserere y el Stabat Mater por parte
del Coro del Conservatorio en las escaleras del Oratorio de San Felipe
Neri.
Capítulo aparte merece la decoración de las
imágenes para la celebración de la Funciones Religiosas muy barrocas y
ornamentadas en su mayoría. Lejos, muy lejos de cómo se venían celebrando en las Hermandades en otra época.
Creo que debería de existir dentro la JdC una
autoridad de protección de la Semana Santa para que salvaguardara el patrimonio
cultural y original de la misma. Hasta el punto de qué la Hermandad que quisiera introducir
algún “elemento nuevo” en el desfile debería de comunicarlo a la Institución
Nazarena, y está decidiría si lo autoriza.
Todo
ello con el fin único de preservar la
Semana Santa intacta y pura, manteniéndola para la herencia común de las
generaciones venideras de nazarenos y para la humanidad en general como un bien
cultural y religioso.
Recuerdo una anécdota del pregonero de este año,
Fray Carlos Amigo Vallejo, ocurrida en Sevilla, en el año 2001 cuando la Semana
Santa de Cuenca estuvo presente en la V Muestra Nacional De Artesanía Cofrade
(Munarco), que se celebró en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Sevilla.
El paso de Nuestro Padre Jesús Caído y la Verónica “La Caída”, represento a la
Semana Santa de Cuenca, estaba expuesta con los banzos y las almohadillas y
tenía apoyadas unas horquillas-tal cual desfila- delante del paso había unos
tambores de turbas y unos clarines.
El Cardenal Fray Amigo, arzobispo de Sevilla en
aquel tiempo, realizó una visita a la exposición y al pasar por al lado del paso de La Caída
quedó gratamente sorprendido de ver la puesta en escena del Paso. ¿Para qué
sirven estos palos y estas varas de madera? ¿Y esos tambores y esas trompetas
quién las toca?
Le respondí dándole una explicación de nuestra
particular forma de portar los Pasos en procesión “al hombro” y el significado
de las horquillas. Después de la
oportuna explicación me dijo con su particular guasa andaluza: “Tienen
que tener ustedes muchos pecados para soportar tanto peso en sus hombros
durante tanto tiempo seguro que el Señor se los perdona”.
Seguidamente, le hable del significado del tambor y
del clarín y de la Procesión Camino del Calvario, única en el mundo, me
respondió que le gustaría conocerla. En aquella ocasión la Semana Santa de
Cuenca fue invitada junto a la de Córdoba y Ciudad Real, para darse a conocer.
Y por sus propias cualidades y virtudes y manteniendo su tradición inalterada sorprendió a todos los asistentes a la
muestra cofrade, razón de más para que sigamos conservándola indemne por los
siglos de los siglos.
Fotos y Texto: Rafael Torres. Publicado en la revista la Voz de la Pasión. Abril de 2019.
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