Fue
organizada por la Junta de Cofradías de Semana Santa con la
colaboración de la Asociación de Mujeres Cofrades de la ciudad.
Entre niños y niñas han desfilado cerca de 350 nazarenos por los
aledaños de la iglesia parroquial de El Salvador.
Abría
la procesión la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de
Cofradías, que situada en la plaza del Salvador, rompió con el
primer redoble del tambor el lagrimal de los presentes, removiendo
aceleradamente el corazón. Aproximando a los cientos de conquenses
que abarrotaban el recorrido de la Cantera Nazarena, a el Domingo de
Ramos cercano que ya se divisa en
el calendario.
A lo
largo del trayecto los jóvenes, ofrecieron a los espectadores
verdaderas escenas de nuestra Semana Santa, como buenos propagadores
de una tradición que la han aprendido de generación a generación.
Reflejos
de unos pasos infantiles que llenaron la mañana del sábado de
emoción, lagrimas, recuerdos y de mucha alegría.
Aun resuenan por
la calles de san Vicente, Alonso de Ojeda, González Francés, y
Plaza de Santo Domingo los sonidos de los tambores y clarines de los
pequeños Turbos que demostraron que sólo se puede ser Turbo de
sentimiento no de acogida.
No
falto la interpretación del Miserere de Cuenca a los “pasetes”
por parte de la Escolaría de Ntra. Sra. de la Soledad de San
Agustín, en la plaza de Santo Domingo, emulando en todo a los
desfiles procesionales conquenses.
Los
que tuvimos la suerte de ver
esta procesión, la feliz memoria nos traslado a nuestra procesión
infantil, la
que hacíamos en nuestro barrio pero con notables diferencias.
La
Banda de Tambores la llevábamos a cabo con las latas de hojalata
colgadas con una cuerda, los palillos eran palos de los árboles y el
sonido de las trompetas lo emitíamos desde nuestras gargantas. El
guión de nuestra hermandad lo dibujaba
y cosía
alguna
madre experta que emocionada se suma también a la procesión.
Nos gustaba que pesará y cargábamos el Paso de
piedras. Sabedores que para ser un buen bancero hay que soportar
mucho peso y
sufrir. Se lo habíamos oído decir a nuestro mayores.
Ese
era nuestro juego de barrio en la época cuaresmal. Todas las tardes
los chavales nos reuníamos para sacar nuestra procesión, a la que
se unían otros chicos que
formaban
su propia hermandad. Aquellas maravillas procesiones de nuestra
mocedad. No
había mejor regalo en aquella adorable edad que jugar a la Semana
Santa.
Cuenca 23 de marzo de 2017.
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