Fue
organizada por la Junta de Cofradías de Semana Santa con la
colaboración de la Asociación de Mujeres Cofrades de la ciudad.
Entre niños y niñas han desfilado cerca de 350 nazarenos por los
aledaños de la iglesia parroquial de El Salvador.
La
comitiva infantil estaba formada por 17 hermandades con sus
respectivos paso en tamaño pequeño que representaban fielmente la
replica de los pasos oficiales
de cada
hermandad. Destacando
algunos por su parecido con el original.
La
iglesia de El Salvador punto de salida del cortejo se convirtió en
un amalgama de túnicas infantiles que llenaron de alegría e ilusión
la casa de Dios. Muchos niños iban hacer realidad su sueño de ser
banceros de sus amadas imágenes. La totalidad de ellos seguramente
que no durmieron la noche del viernes ansiando que se hiciera pronto
de día para ir corriendo hacia la deseada procesión.
Este
año por primera vez se realizó el pregón infantil de la Escuela
nazarena, a cargo de Carlota Caballero, que
se encargo de explicar al resto de niños y niñas qué es para ella
la Semana Santa y porque se ponía tan nerviosa cuando iban llegando
estas fechas. Resaltando que “cuando
termina la procesión del Domingo de Resurrección, lloró mucho
porque ha terminado pero mis padres me dicen que hay que pensar en la
Semana Santa del año que viene”.
Qué curioso análogo a lo que nos pasa a los mayores.
Abría
la procesión la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de
Cofradías, que situada en la plaza del Salvador, rompió con el
primer redoble del tambor el lagrimal de los presentes, removiendo
aceleradamente el corazón. Aproximando a los cientos de conquenses
que abarrotaban el recorrido de la Cantera Nazarena, a el Domingo de
Ramos cercano que ya se divisa en
el calendario.
A lo
largo del trayecto los jóvenes, ofrecieron a los espectadores
verdaderas escenas de nuestra Semana Santa, como buenos propagadores
de una tradición que la han aprendido de generación a generación.
Reflejos
de unos pasos infantiles que llenaron la mañana del sábado de
emoción, lagrimas, recuerdos y de mucha alegría.
Aun resuenan por
la calles de san Vicente, Alonso de Ojeda, González Francés, y
Plaza de Santo Domingo los sonidos de los tambores y clarines de los
pequeños Turbos que demostraron que sólo se puede ser Turbo de
sentimiento no de acogida.
No
falto la interpretación del Miserere de Cuenca a los “pasetes”
por parte de la Escolaría de Ntra. Sra. de la Soledad de San
Agustín, en la plaza de Santo Domingo, emulando en todo a los
desfiles procesionales conquenses.
Los
que tuvimos la suerte de ver
esta procesión, la feliz memoria nos traslado a nuestra procesión
infantil, la
que hacíamos en nuestro barrio pero con notables diferencias.
La
Banda de Tambores la llevábamos a cabo con las latas de hojalata
colgadas con una cuerda, los palillos eran palos de los árboles y el
sonido de las trompetas lo emitíamos desde nuestras gargantas. El
guión de nuestra hermandad lo dibujaba
y cosía
alguna
madre experta que emocionada se suma también a la procesión.
Las
andas y figuras de
nuestra particular “Exaltación”,
nos la hacía “Chuchi”, el carpintero de toda la vida de los
Tiradores Bajos.
Nos gustaba que pesará y cargábamos el Paso de
piedras. Sabedores que para ser un buen bancero hay que soportar
mucho peso y
sufrir. Se lo habíamos oído decir a nuestro mayores.
Ese
era nuestro juego de barrio en la época cuaresmal. Todas las tardes
los chavales nos reuníamos para sacar nuestra procesión, a la que
se unían otros chicos que
formaban
su propia hermandad. Aquellas maravillas procesiones de nuestra
mocedad. No
había mejor regalo en aquella adorable edad que jugar a la Semana
Santa.
Cuenca 23 de marzo de 2017.
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