Cuenca
surge de las profundidades de la tierra y del mar. Brota como una
erupción volcánica que da origen a sus dos hoces, las piedras se
alinean en altura persiguiendo la bóveda celeste.
La
naturaleza creo a Cuenca, y el hombre la transformo para que se
reflejara al mundo como una verdadera maravilla digna de
admiración, que toda persona debiera de conocer. “Quien
no ha visto Cuenca, no ha visto nada”.
Manifiestan desde siempre los conquenses al mencionar a su bella
ciudad colgada.
Tierra
de inspiración de poetas y pintores. Fueron los primeros en elogiar
su volátil
universo pétreo
con bellas creaciones poéticas y primorosas pinturas, que
evidenciaron el sueño de un idílico lugar convertido en realidad.
Quien
haya tenido la suerte de ver la maravillosa ciudad de Cuenca, en
seguida comprenderá el
porqué de
todos esos
estéticos adornos que la definen y que la ocultan tras su hermosa
belleza.
Cuenca
es
el ejemplo más importante de edificación sobre las piedras, para
algunos indeterminada y enigmática, impresionante, majestuosa y
monumental para otros.
Así
creo Dios a la ciudad de Cuenca, como un bello y adonis lugar, donde
algún día poder reposar si se cansaba de su morada divina.
Texto: Rafael Torres.
Fotos: Pablo Proscopío.
Juanma Plaza, Luis Lapeña, Ignacio Blanco.
29 de noviembre de 2016.
Comentarios
Publicar un comentario