Cuando en mi calendario particular veo que se acerca el mes de noviembre, se por tradición familiar que la primera semana del mes está dedicada a celebrar y recordar la festividad del Día de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos, que son el 1 y el 2 de noviembre respectivamente.
Este año la celebración ha caído en miércoles y como viene siendo costumbre desde hace siglos es un día festivo, que aprovechamos para descansar y para ir a visitar las tumbas de los seres queridos que ya han dejado de estar físicamente a nuestro lado y ahora descansan eternamente en su morada.
Esta solemnidad católica se encuentra en peligro de ser absorbida y anulada por la americanada de Halloween. Los esperpénticos disfraces de terror, las mediocres calabazas negras y naranjas, y lo peor de todo, el boom, que le están dando desde los grandes centros comerciales, pasando por guarderías, colegios, y salas de fiestas, a esa adoptada fiesta celta que han conseguido hacerle una telaraña de sombra al verdadero sentido de esta festividad.
A muchas personas no les gusta visitar los cementerios por muchas razones, cada uno guarda la suya y es muy respetable. Pero deberíamos ir por lo menos ese día para conocer como será nuestra casa el día de mañana. Pues tarde, o temprano todos acabaremos allí. Parece tabú el hablar de la muerte pero es una realidad de cada uno. Aquí no se va a quedar nadie.
Desde la historia de la humanidad las sociedades más poderosas han intentando sin éxito sobrevivir a ella, nadie puede vencerla, es lo único que hace a todas las personas iguales en la vida. La muerte es agria, muy dolorosa y siempre triste muy triste.
Pero ante este hecho de morir que no diferencia a ricos ni a pobres y viendo el hombre que no tiene más remedio que claudicar y rendirse ante la evidencia de su fin, les lleva a los pudientes antes de que llegue su hora final a mandar construir en los cementerios para que sirvan de señal indicativa de que hay descansan los “Señores de” grandes panteones para evitar que la muerte les haga iguales, cosa que no consiguen eludir. Todas las personas tenemos que cruzar su frontera y pasar por ella.
Para muchos sigue vigente en su vida como un timón la dicha de una gran fortuna y dependiendo de ella así será su nobleza.
Siguen pesando que la riqueza lo puede todo y se afanan en construir verdadero imperios materiales, matándose en vida para lograrlo y muriendo después cuando le llegue la hora, dejándolo en tierra todos esos bienes materiales.
Que bueno es pasear por el cementerio engalanado de flores ese día para darte cuenta realmente de lo que merece la pena en la vida y lo poco que se necesita para ser feliz. La felicidad no es igual a la abundancia.
Caminar entre los muertos te indica que debemos desterrar de nosotros ese afán materialista de desear más de lo que se tiene porque todo nos va a sobrar, allí nada nos hace falta (polvo eres y en polvo te convertirás), en cambio si vivimos con esa ambición del siempre más y más nos produce un corazón insatisfecho, destructor y corrosivo que nunca encontrará ni tocará la felicidad porque siempre va a estar un poco más allá.
OPINIÓN | Rafael Torres. Martes, 7 noviembre 2017. Publicado en el diadigital.es: http://eldiadigital.es/not/236116/la-celebracion-de-todos-los-santos-nos-recuerda-a-donde-vamos/
Comentarios
Publicar un comentario