En noche de capuces blancos, cuando el silencio enamora, un río sin fin de tulipas llena mi alma de adoración. Verde olivo te cobija Señor. Entre sus ramas, furtivos puñales de luna iluminan tu Oración. La plaza en sus arcos tiembla de fervor. Cuarenta y ocho banceros , un solo corazón. Eterno balanceo que mitiga tu dolor. Cuenca se hace huerto. Regada con tu sangre, dará sus frutos de amor. Texto: Pepe Bodoque, Fotos: Rafael Torres.