Palabras de Rafael Torres, uno de los 18 Presidentes, en la entrega de mandiles de ese año.
En primer lugar recibid un cordial saludo para
todos los miembros de la peña El MANDIL aquí presentes, extensivo
también a nuestros amigos, que nos acompañan en la ya tradicional
comida en este Restaurante Manga que con tanto cariño nos acoge, atiende
y sacia nuestra gran sed. A los que lamentablemente no han podido
asistir por diversos motivos, nuestro sincero recuerdo.
Antes de pasar a entregar los MANDILES DE HONOR
DEL AÑO 2006, dedicar unos segundos para los seres queridos que en
estas fiesta tan intimas llenas de momentos mágicos para cada uno de
nosotros no estarán entre nosotros, porque si las fiestas son motivo de
alegría también lo son de nostalgia, por nuestro entrañable amigo
FERNANDO GUADALAJARA CARDETE cariñosamente conocido como MAKOKI.
La idea de instaurar el MANDIL DE HONOR nació
de la voluntad de apostar por reconocer aquellas personas que han
contribuido y fomentado la FIESTA DE SAN MATEO. Tras la primera y
exitosa cita del año 2002, la peña el MANDIL decidió continuar con su
encuentro anual en las fiestas de la RECONQUISTA DE CUENCA, donde nos
juntamos para celebrar con orgullo que pertenecemos a un pueblo con
tradición.
Reunida al efecto, esta Peña ha resuelto
adoptar, por unanimidad y aclamación, “Distinguir a D. JACINTO SILVA
HERNANZ, con su MANDIL DE HONOR, en reconocimiento a su dilatada,
callada e inestimable labor desarrollada en todo lo relacionado con las
Fiestas de san Mateo, en cuyo ámbito ha devenido figura entrañable e
imprescindible, destacando por su valía personal, sencillez,
experiencia y cualidades humanas de todos conocidas.
Del igual modo esta Peña ha resuelto adoptar,
por unanimidad y aclamación “Distinguir al eminente Dr. DON AMADOR
JIMÉNEZ TORRIJOS con su MANDIL DE HONOR, en reconocimiento a su
brillante ejecutoria profesional y a su dilatada trayectoria en la
cirugía médica -y de modo especial en la del ámbito taurino-, así como a
sus confirmadas y poco comunes cualidades humanas ejemplarmente
ejercitadas, de manera particular entre sus incontables pacientes.
Son siempre la última esperanza. Capotes,
muleta y toallas en el albero. Ya no hay remedio: el diestro ha sido
alcanzado y no hay tiempo que perder. Se apresuran los banderilleros,
saltan las tablas los mozos de espadas hasta el apoderado corre a
socorrer al diestro tendido en la arena como si de un saco roto se
tratase. En décimas de segundo se improvisa una procesión de sangre,
gritos y desesperación camino de la enfermería. Los hombres se agolpan
en las barreras a su paso, las mujeres lloran la desgracia mientras que
los niños no pueden seguir contemplando tantas imágenes de terror y
dolor al mismo tiempo.Abren las puertas del quirófano y como si de un
pase de revista militar se tratare, esta el cirujano jefe y su equipo
al completo, perfectamente uniformados con sus blancas batas parece
estarse en la gloria, a un paso del cielo. Sobran las palabras, las
miradas recobran su importancia y una sonrisa puede significar la
salvación. Se cierran las puertas y comienza la operación.
Los médicos en la sombra nos devuelven la luz
de la gloria. Son los restauradores del toreo, los Ángeles de la
guarda, la esperanza blanca, esa profesión que está siempre en manos de
Dios y que al discurrir del tiempo en un dialogo constante con las
alturas. Los quirófanos de las plazas querido AMADOR JIMÉNEZ, se
convierten en muchos casos en el propio confesionario del toreo, en
donde descargan sus ansiedades y terrones. Ellos están hechos de una
pasta especial.
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