Rafael
Torres. Artículo de opinión.
Cuando se
cumple ahora un año de la procesión del Silencio, y después de haber dejado que
el fluir del tiempo, lo apartara de la tertulia y comentario del divulgar
nazareno, y debido, en gran parte, a la ambigüedad de las informaciones
difundidas hacia el desfile, creo con determinación, que el Miércoles Santo de
la pasada Semana Santa, pasará a las crónicas y memorias de las tradiciones
nazarenas, como el de la controversia y polémica por la predisposición de las
hermandades que componen la Procesión del Silencio en procesionar bajo unas
condiciones climatológicas, vamos a decir, inciertas. Por otra parte, decir que
se actuó en consecuencia con lo que establece el protocolo de actuación en caso
de inclemencias meteorológicas adversas establecido para este desfile.
PROTOCOLO
DE ACTUACIÓN EN CASO DE INCLEMENCIAS METEOROLÓGICAS.
1.- Si a las 19.00 horas, hora oficial de salida de la procesión,
a causa de las inclemencias meteorológicas fuese imposible iniciar el desfile
procesional, se esperará un máximo de 1 hora, es decir, hasta las 20.00 horas.
Si llegada esa hora persistiesen las causas que motivaron el retraso del inicio
del desfile procesional, ésta quedará suspendida.
2.- Si una vez comenzada la procesión, la lluvia hiciese acto de
presencia en las proximidades de la Iglesia del Salvador, las hermandades
afectadas buscarán refugio en esta Iglesia o en la de San Andrés.
3.- Si la lluvia apareciese en las proximidades de la Plaza Mayor
las Imágenes se refugiarán en la Catedral y en el Palacio Episcopal. Llegados a
este punto, los representantes de todas las Hermandades decidirán, por mayoría,
la reanudación del desfile o su suspensión definitiva.
4.- Una vez iniciado el descenso, caso de aparecer la lluvia a la
altura de la Puerta de San Juan, se reunirán todos los representantes en la
Hermandad de San Pedro, para tomar la decisión que consideren más conveniente,
debido a la imposibilidad que algunas Hermandades como la Santa Cena, Jesús
Orando en el Huerto y San Pedro Apóstol, tienen para refugiarse en la Iglesia
de San Andrés, lo que las obligaría a estacionarse a lo largo del recorrido o
bien terminar el desfile. Las Hermandades del Ecce-Homo de San Miguel y la
Virgen de la Amargura, si lo estiman conveniente, podrían regresar al Palacio
Episcopal o a la Catedral.
5.- La suspensión de la procesión no impedirá que los pasos que
desfilan en la misma se dirijan a sus puntos de finalización o salida,
utilizando para ello los medios que estimen convenientes. Borrador
del acta de la Junta de Diputación del 4 de diciembre de 2012.
CRÓNICA
DEL MIÉRCOLES SANTO, 27 DE MARZO DE 2013.
El
Miércoles Santo del 2013 despertó, como los días anteriores, con unas
inclemencias de lluvia intensa que no hacían presagiar nada bueno de cara al
desfile procesional de por la tarde. Así en todos los ambientes nazarenos la
percepción que se tenía tras mirar al cielo era:” ¡Ea, otra que se
suspende!”.
Con la
incertidumbre atmosférica puesta en las alturas y nuestro ruego y oración
dirigidos al Cielo, media hora antes del inicio de la procesión, nos reunimos
dentro de la iglesia de San Esteban los representantes de todas las hermandades
que componen el desfile y el presidente de la Junta de Cofradías. Aunque había
estado lloviendo durante todo el día, en esos momentos no lo hacía. Además, los
más optimistas creían atisbar la apertura de algunos claros en el entoldado
nuboso que cubría la ciudad. Tras las deliberaciones de rigor entre los representantes
de las hermandades en la Junta de Cofradías, se decidió que el presidente de la
institución nazarena realizase la llamada pertinente a la agencia convenida
para conocer su pronóstico de lluvia para las próximas horas. Se realizó la
llamada con el móvil del presidente con el sonido puesto en manos libres para
que todos escuchásemos, directamente y sin ningún tipo de mediación, las
notificaciones de nuestro interlocutor, que fueron las siguientes: “…Existe
un cierto riesgo de chubascos dispersos y poco activos durante la próxima hora
y media. A partir de las 2:30 horas, podrían llegar nubes más activas. En mi
opinión, el riesgo de lluvia es del 30% en este momento, bajando
gradualmente a partir de una hora”.
Con ese
pronóstico y tras unas pequeñas consideraciones sobre lo que acabábamos
de escuchar; informados de que en ese momento no llovía; guiándonos por
el protocolo de actuación; y encomendándonos al Altísimo… las siete hermandades
allí representadas tomamos la decisión, por unanimidad, de iniciar la
Procesión del Silencio, para así proceder ciento ocho años de desfiles.
La
Venerable Hermandad de Jesús Orando en el Huerto, salió de la parroquia de San
Esteban, a las 19:15 h. En ese momento no llovía, y así lo confirman y
atestiguan varios medios de comunicación escritos y digitales de la ciudad de
Cuenca, y lo corrobora el que escribe. Veinticinco minutos más tarde,
salía de la iglesia el paso del Prendimiento de Jesús.
Cuando la
cabecera de la procesión se encontraba por la calle de Las Torres comenzó a
caer una fina lluvia. Rápidamente los dos representantes que en ese
momento íbamos en la procesión, y siguiendo el protocolo, decidimos continuar
hasta la iglesia del Salvador y de San Andrés sin prisa pero sin pausa, con
claro propósito de suspender la procesión en ese punto, si la lluvia no cesaba.
A la
altura de la Puerta de Valencia las precipitaciones cesaron por completo. Las
comunicaciones fluyeron entonces por los intercomunicadores, y con la banda de
la Junta de Cofradías ya en la calle del Peso, se decide continuar hasta la
Plaza Mayor, con la incorporación de la hermandad de la Virgen de la Amargura
con San Juan Evangelista. Y así continuó el cortejo, con completa normalidad y
lucimiento, hasta alcanzar la Plaza Mayor y proceder al merecido descanso.
Y ahora,
pregunto yo: ¿A alguien de los que estábamos en la Plaza Mayor, se
nos pasó por la cabeza ni la más remota posibilidad de suspender la
procesión?; ¿Alguien podía prever la que, momentos después, se nos iba a
venir encima? La respuesta es “no”.
Rotundamente
no: no, porque de haber existido la más mínima duda los pasos se hubieran
guardado en la Catedral; no, porque si no las hermandades que salen de la
Iglesia de San Pedro no hubieran iniciado su desfile hacia la Plaza Mayor; no,
porque si no la Santa Cena no se hubiera movido de la Catedral. Pero
sigamos con el relato del desfile procesional.
A las
22:30 horas, se inicia el descenso tras un descanso más corto de lo habitual,
debido a la intención de todos de finalizar antes de las tres de la madrugada,
-hora en la que la agencia consultada había pronosticado posibles
precipitaciones más intensas-. Cuando la hermandad de la Santa Cena se
encontraba ya descendiendo por la calle de Alfonso VIII, estando su cabecera a
la altura de la confluencia con la calle Zapaterías, se desató una fuerte
tromba de agua que, como siempre, desencadenó el desconcierto y la indecisión
en las hermandades que ya habían iniciado su desfile: los pasos de la Oración
del Huerto y del Prendimiento consiguen refugiarse bajo los arcos del
ayuntamiento; mientras, la hermandad de la Santa Cena, ante la
persistencia e intensidad de la lluvia, decide desandar el camino andado y
regresar a la Catedral, lugar del que había partido apenas treinta minutos antes.
En su intento de maniobra, cuando llegan a la ante plaza se encuentran
que el paso del Huerto les impide seguir avanzando. Se produce, entonces, una
conversación entre los directivos de la hermandad de La Cena conmigo, por mi
condición de representante de la Oración del Huerto en la Junta de Cofradías,
manifestándome su propósito de dirigirse a la Catedral, para lo cual es
necesario que el paso del Huerto se retire de donde se encontraba, bajo el arco
central del ayuntamiento. Yo les contesto que la procesión no está suspendida
y, por lo tanto las actuaciones y decisiones que se tomen han de hacerse de
forma consensuada, tal y como marca el protocolo establecido al efecto, y que
inmediatamente se va a proceder a celebrar una reunión en el lugar convenido, donde
los máximos responsables de la organización del desfile procesional así lo
dispondríamos. Se producen entonces las lógicas reacciones de enfado y
contrariedad de los que, indudablemente, se encuentran más desamparados y
perjudicados en toda esta situación que son, como es de suponer, algunos
miembros de la junta de diputación de la hermandad de la Santa Cena y de alguno
de sus banceros. Pero nada más. Nada de enfrentamientos o insultos entre los
miembros de las hermandades implicadas, como se ha venido manteniendo en las
tertulias, círculos y foros de opinión nazarena. Nada que estuviera fuera de
toda lógica, ante una situación en la que una hermandad se encontraba
claramente perjudicada. Y que estoy convencido que la actitud y el
comportamiento hubiera sido similar, por parte de las dos hermandades de
haberse cambiado los papeles y haber sucedido al revés. Os aseguro que la
relación entre La Cena y el Huerto es perfecta, inalterable e imperturbable,
conservando su relación de amistad y hermandad como no puede ser de otra
manera.
En la
mencionada reunión, y ante la situación de fuerte lluvia que estaba cayendo, se
realiza, por parte del presidente de la Junta de Cofradías, una nueva llamada a
la agencia meteorológica que teníamos de referente para consultarle un nuevo
pronóstico. La conversación es escuchada por todos y la persona responsable del
servicio vuelve a ratificar la misma predicción anterior: “No se espera
lluvia hasta las tres de la madrugada y que las precipitaciones de este momento
se trata de un chaparrón primaveral totalmente circunstancial e impredecible y
que pasará rápidamente” .Después de la conversación vía móvil, con el
delegado, los representantes decidimos esperar cinco o diez minutos para ver si
cesaba la lluvia y si no ocurriera así la procesión se suspendería
definitivamente.
Conforme
a lo que deseábamos todos, nazarenos y público expectante, la lluvia cesó
antes de que se consumiera el plazo establecido, por lo que los siete
representantes reunidos, y otra vez por unanimidad, decidimos
reanudar la procesión, reorganizándola de inmediato y acelerando su desarrollo
todo lo posible.
Tras este
incidente inicial, el resto del descenso se realizó sin ningún contratiempo
hasta las mencionadas tres de la madrugada, donde la lluvia volvió a hacer acto
de presencia, esta vez sí fiel a la predicción pronosticada y cuando ya las
hermandades estaban llegando a la Parroquia de San Esteban y que tampoco tuvo
mucha duración por lo que no interfirió en la retirada de las hermandades que
lo hacen en ese punto ni en la continuación de las dos que prosiguen hacia El
Salvador.
He
querido relatar detalladamente lo que realmente ocurrió en el desfile,
para que ahora todos podamos tener más información para emitir opiniones,
juicios de valor o simplemente reproches. En una Semana Santa tan particular e
inédita, como la que nos estaba tocando vivir, con las tres primeras
procesiones suspendidas, no es de extrañar que hubiera muchas ganas de desfilar,
y que quede muy claro que con este argumento no justifico, para nada, la
decisión final de salir. Pero que, consciente o inconscientemente, también
influyó es innegable. Ante las predicciones cabía la posibilidad de que el
desfile se pudiera desarrollar ya ante esa posibilidad Cuenca tenía que tener
su Semana Santa en las calles.
A manera
de respuesta para todos aquellos que, abanderando la idea de la extrema
protección de las imágenes, censuran y califican de inconscientes,
irresponsables y hasta de “terroristas del patrimonio nazareno”, o de afán de
protagonismo, a quienes en un momento determinado, ante unas condiciones
meteorológicas cuando menos inciertas, decidimos de salir en procesión, y que
lo acertado o desacertado de nuestra decisión depende ya de la divina
providencia, decirles que nada hay más alejado de sus acusaciones. En primer
lugar, las tallas no son tan frágiles como argumentan: las imágenes destinadas
al culto y a procesionar, en su policromía incorporan un tratamiento protector
a base de productos destinados a proteger tanto la policromía original, como la
madera en la que están esculpidos de las condiciones ambientales de humedad,
cambios de temperatura de los templos donde se encuentran durante el año y de
la posible lluvia que les pudiera caer cuando se encuentran procesionando. Ahora,
eso sí, una vez que se han mojado debe procederse con exquisito cuidado y
esmero a su rápido secado utilizando para ello los métodos que de sobra son
conocidos por todas las hermandades y que ahora no es el momento de exponer.
Por otro lado, los que en un momento de nuestra vida decidimos implicarnos en
más activamente en la dirección de una hermandad lo hacemos, siempre, por
los sentimientos de amor que sus sagradas imágenes significan para nosotros. Y
fieles a esos sentimientos, somos los primeros en extremar su cuidado y
conservación.
Además
ahora contamos con un buen elenco de magníficos profesionales de la
restauración de imágenes que se encuentran en permanente contacto para
asesorarnos sobre su manipulación y mantenimiento. Por cierto, que muchos de
los informes que han realizado indican que sufren más las tallas en las
condiciones en las que se encontraban en los templos a causa de iluminaciones
improcedentes que por que se mojen durante un desfile procesional. Focos halógenos, velas, radiadores cercanos, y no digamos de tratamientos inadecuados
realizados con la mejor de las intenciones,… han causado mucho más daños y
deterioro a las imágenes que el agua proveniente de un inoportuno chaparrón.
Pero bueno daría para un amplio debate.
Creo personalmente,
que en los últimos años, si existe una preocupación constante en las
directivas de las hermandades, es por la conservación del patrimonio
artístico de las mismas. Actualmente, ninguna hermandad permite, ni nadie se
atreve, a tocar nada sin el pertinente informe de un profesional en la materia.
Con la única finalidad de intentar que todo el patrimonio artístico permanezca
inalterable al paso del tiempo y conservarlo en las mejores condiciones
posibles para proporcionarles culto y poder continuar desfilando,
inmortales, generación tras generación.
En
definitiva, y a modo de conclusión personal, creo que el balance final del
desfile del Miércoles Santo de 2013 fue en líneas generales positivo, pues,
pese a las dificultades, se pudo cumplir de una forma digna con el objetivo
final y primordial que toda hermandad tenemos, y que no es otro que el de
procesionar con nuestras sagradas imágenes, de una forma lúcida y digna, para
rememorar, con las respectivas escenas representadas, los misterios de la Pasión,
Muerte y Resurrección de Cristo.
Bajo mi
punto de vista, quiero dejar bien claro que mi hermandad estuvo siempre donde
tuvo que estar, que era desfilando. Acatando las directrices que por unanimidad
tomamos los responsables del desfile de este Miércoles Santo, actuando siempre
tal y como marcaba el protocolo de actuación establecido para inclemencias
meteorológicas adversas y forjando, además, el esfuerzo que nos pedía nuestra
Semana Santa, a la que tanto amamos. Es posible que fuera muy atrevida la
decisión y difícil de comprender por otras partes, pero mantengo firmemente que
por “ELLA”, mereció la pena.
No quiero
dejar de lado a los hermanos, que pensaron que no debimos salir por las
circunstancias atmosféricas existentes, solo les pido que entiendan que cuando
tomas una decisión esta puede ser acertada o equivocada, pero es la que
hay en ese momento.
Mi
gratitud y reconocimiento a la Banda de Tambores y Trompetas de la Junta de
Cofradías, que hago extensiva también a la Banda de Música de Cuenca y a todas
las que desfilaron en ese día, por no abandonar a las hermandades a las que
acompañaban en ningún momento, aun sabiendo que podían haberlo hecho,
utilizando el protocolo de lluvia para bandas de música.
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