La salida del guión
de la Archicofradía de Paz y Caridad, profetizaba que el desfile
había comenzado, el bordoneo de la campana indicaba que el Cristo
de las Misericordias ya estaba cruzando el puente de San Antón,
reflejando en las aguas del Júcar a un simbólico “Cristillo”,
que va expresando en su rostro clemencia para quien lo mira.
Participaron en el
desfile y al amparo del Cristo de las Misericordias, las Venerables
Hermandades de Jesús Orando en el Huerto de San Antón, Nuestro
Padre Jesús Amarrado a la Columna, Nuestro Padre Jesús con la Caña,
Santísimo Ecce-Homo de San Gil, Jesús Caído y la Verónica,
Nuestro Padre Jesús Nazareno del Puente, y Nuestra Señora de la
Soledad.
El desfile procesional
de uno de los tres jueves que brilla más que el sol, recorrió las
calles de Calderón de la Barca, Plaza de la Constitución,
Carretería, Plaza de la Hispanidad, Aguirre, Las Torres, Puerta de
Valencia, Alonso de Ojeda, San Vicente, Plaza del Salvador, Solera,
Del Peso, Andrés de Cabrera, Alfonso VIII, en busca de la
Plaza
Mayor donde hizo su parada de descanso. Reanudada la procesión está
comenzó a bajar por las calles Alfosno VIII, en busca del canto del
Miserere, y Stabat Mater, que interpreto el Coro del Conservatorio de
Cuenca, sirviendo de consuelo y de alivio para los nazarenos
participantes del cortejo que ya vislumbraban por las calle de
Palafox, y la Avenida de la Virgen de la Luz que el final era
inminente.
“Simeón
bendijo a entrambos y dijo a María, su madre:”Mira, éste está
destinado para ruina y resurrección de muchos en Israel, y como
signo de contradicción. Y una espada espada traspasará tu alma, a
fin de que sean descubiertos los pensamientos íntimos de muchos”.
Texto y Fotos: Rafael Torres.
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