La
procesión de “Camino del Calvario” celebró sus 400 años de
antigüedad con una gran desfile donde no faltaron los momentos
íntimos y memorables que llenaron el corazón de los nazarenos que
participaron en versos armoniosos y rítmicos, que enriquecieron su
almas nazarenas.
Antes
de subir la turba hacia la iglesia del Salvador para hacerle entrega
del “Acusado”, los viejos turbos quisieron rendir homenaje en la
Carbonearía de “Patiño” a los recientemente fallecidos, José
Luis Lucas Aledón, y José Miguel Hernansáiz Lucena que ya están
en la otra procesión de las estrellas, pero que a lo largo de la
madrugada de este Viernes Santo se les sentía y advertía cercanos
en las hirientes notas de los clarines.
En
la plaza del Salvador, los Turbos golpeaban con fuerza en el tambor
de pellejo destemplado produciendo un sonido profundo que junto al
quejumbroso acorde de los clarines amortiguaban la congoja en la
espera de la salida del “Jesús”. Por contra, dentro de la
iglesia todo era silencio e inquietud, los banceros encajaban los
banzos y colocaban almohadillas ultimando todo lo necesario para
“asomarse” a la pesada puerta de herrajes abierta este año de
par en par por los Hermanos Mayores del Jesús: Jesús María
Escamilla Carpintero y Joaquín Lobato Merino.
El
capataz, Jesús Millán, hace un llamamiento a los banceros: “es
el momento que estamos esperando todo el año, vamos a sacar a “El
Jesús”, a mi voz, lo levantamos y el que quiera desplomarse
llorando
que lo haga con libertad, y si alguno nota que tiene estremecimientos
y temblores
que los aguante que aún vendrán más. “Qué entreguen al Reo a la
Turba”. Al brazo el banzo, al hombro . “El
Jesús”, ya camina a la gran tragedia del Gólgota.
A
las cinco y media de la mañana, “es la hora”, el Jesús salió
a la calle, siendo el principio del fin, los allí presentes nos
encotrabamos en la adagio de excitación de nuestros sentidos al
comprobar que la ciudad de Cuenca atronaba de emoción al sentir la
presencia del “Jesús” en la calle.
En
la “Cuesta de los Herreros”, se comienza a calentar la fragua
para dar calor a la
Madre y que no pase frío. A su paso sonara el
motete “Oh, Soledad”....seguirán sonando martillos y yunques
como antiguamente.
La
procesión que celebraba su cuatrocientos cumpleaños estaba en la
calle. Las Hermandades de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Salvador,
San Juan Apóstol y Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad (San
Agustín) comenzaban su caminar al calvario por las calles San
Vicente, Alonso de Ojeda, Puerta de Valencia, para llegar la puente
del Huécar, que hace de límite natural entre la ciudad vieja y
nueva, continua por Las Torres, Aguirre, Plaza de la Hispanidad,
Carretería, hasta llegar a la plaza de la Constitución donde las
hermandades representadas
por sus guiones y Hermanos Mayores junto al
Grupo Turbas, descubren una placa en el edificio donde anteriormente
se ubicaba el convento de San Agustín que acogía al cabildo de S.
Nicolás de Tolentino germen de la procesión “Camino del Calvario”
como recuerdo de su IV Centenario de su nacimiento.
La
procesión continua avanzando con el guión del Jesús ganándole
palmo a palmo el terreno a la Turba, para comenzar la
subida por el
puente de la Trinidad, los clarines esperan al Jesús, La Caída y al
Evangelista para premiarles con una de las mejores clarinas de la
procesión en la curva de Paláfox junto al monumento Turbas
Generación que emulaba a una ráfaga de añoranza por los que se
fueron.
Las
cuesta arriba en busca del Calvario de Cuenca, nos va dejando bellas
alegorías
que nos hacen vivo y presente el Evangelio de Juan,
imborrables para los ojos de los presentes. No pasa desapercibido el
largo manto endrino de la Virgen de la Soledad, sus manos cruzadas,
el corazón partido por una espada y la cara de pasmo y pena que
observa a su hijo a través de unos ojos amorosos y profundos; El
gallardo porte y la calma en la figura de San Juan, el discípulo
amado que nunca abandonará al Maestro, que portaba para la ocasión
una túnica de 1913 y mantolín de 1962 bordado por las manos
nazarenas de Encarnación Román; La palidez en la cara de Nuestro
Padre Jesús, fruto del sufrimiento del dolor, y de la agonía del
momento que lo oprime y le entrecorta la respiración junto al
detalle de su escultor “Marco Pérez” en sus voluminosas y
fuertes manos que abrazan y ciñen la cruz. La Caída junto a la
mujer Verónica en la que se ven reflejadas todas las mujeres
nazarenas de Cuenca. “Hijas de Cuenca, no lloréis por mi Mi;
llorad por vosotras y vuestros hijos”.
Paso
a paso, las Hermandades van serpenteando las curvas de la Audiencia
delante la Turba sigue regalando atronadoras clarinas a la que mueve
“El Jesús”, verdaderas oraciones de quebranto y duelo, tomando
las calles de San Juan, Andrés de Cabrera, Alfonso VIII, para tomar
la anteplaza y hacer la magistral aparición de las imágenes por el
arco central de la casa Consistorial.
La
Plaza Mayor, hormiguero de conquenses y visitantes que no quiere
perderse ni una escena de las que abalizan las Hermandades. “El
Jesús” es bailado al ritmo del bronco del tambor y horquilla, San
Juan entra al corazón de la ciudad con su marcha del compositor
Nicolás Cabañas interpretado por la Banda de Música de Horcajo, la
Virgen de la Soledad hizo su aparición a la estancia del casco
antiguo solemne y en absoluto mutismo junto al Encuentro.
No
hay tiempo para nada más. “El Jesús de las Seis”, emprende de
nuevo la marcha para hacer su “Camino del Calvario”, desandando
lo andado se abandona la Plaza Mayor, en busca de un momento lírico
por sublimidad. Espera en las escaleras de la iglesia de San Felipe
Neri, el Coro del Conservatorio dirigido por Pedro Pablo Morante, que
a capella interpretara el Miserere y el Stabat Mater a las imágenes.
En
ese momento la Turba se silencio disciplinante, como conocedores del
rito al comenzar el Miserere. “El Jesús” recibió el amparo de
las voces divinas, que no pudieron llegar a terminar porque fue
interrumpida la apoteosis acústica por miles de Turbos en atronador
ruido. “El Jesús” se equilibra en un océano de hombres y
mujeres a la deriva en busca de una bocanada de aire fresco que entre
por la Puerta de San Juan.
Entrada
la mañana y con el sol de frente, este va reflejando el oro de las
andas de los pasos y de los guiones y estandartes para hacer más
real el relato de un hombre que camina a la muerte.
Se
acomete el final de la representación. Los banceros toman las
estrechas curvas de la calle del Peso, “Saben que el final esta
cerca”, las andas rozan porque dan la medida justa de la calle. Se
mezclan los Turbos, y nazarenos, los espectadores quieren seguir al
detalle la contemplación del momento agolpándose en todos los
espacios, toman la barandilla de San Andrés, el Callejón de la
Madre de Dios, el jardín de Solera. Todo el andurrial esta ocupado.
Son
los momentos finales de una procesión histórica. Ningún nazareno
ni Turbo, que ha participado quiere que se acabe. Avanza “El Jesús”
por la calle Solera, pero no le deja la Turba que llegue hasta el
Salvador, sabe que es el final. Se mecen las andas del “Jesús”,
con el movimiento cadencioso de los cordones del “Señor de la
Mañana”. Llega la Verónica que flota por encima de las Turbas y
reparte emociones a caudales. San Juan, con su marcha no cesa de
bailar dos pasos adelante y cuatro atrás. El entusiasmo por la
despedida se ha desbordado de un modo irresistible. Afloran las
lagrimas, no importa que te vean llorar, es más, es bonito hacerlo
por esta pasión. Las gargantas de la Turba, emiten desde las
entrañas del corazón el grito de: ¡Ay que se va, que se va! Vuelve
el silencio y el luto a la procesión cuando aparece en el pórtico
de la iglesia del Salvador, Nuestra Señora de la Soledad, suena el
himno nacional de España y el baldaquín que cubre a la “Soledad”
se va ocultando en la penumbra de la iglesia del Salvador.
Dentro
del Salvador las Hermandades con sus imágenes, son despedidas por
sus hermanos con un sentido Miserere al “Jesús” y la “Caída”,
y un hasta el año que viene si tu “Quieres Señor que te acompañe
otra vez”; “San Juan” con su marcha que suena dentro de la
iglesia y su sonido vuelve a seducir al lagrimal nazareno. El
Encuentro y La Señora de la Madrugada, es recibida por sus hermanos
en rezo intimo y profundo.
.Así,
finaliza un Viernes Santo que pasará a la historia de nuestra Semana
Santa, demostrando para todos los que lo vivimos desde dentro o lo
vivieron desde fuera que en la ciudad de Cuenca, se reza agarrado al
banzo y con la horquilla, o con la tulipa en la mano o tocando el
tambor y el clarín. En la memoria de todos quedarán para siempre
expresiones en forma de sonidos, olores y multitud de colores del
espeluznante amanecer que vino a formar parte de nosotros y no
quiere irse.
Ten
piedad de mí, oh Dios, por tu gran bondad
De
acuerdo con la multitud de tus piedades, elimina todas mis ofensas.
Texto y fotos: Rafael Torres.
Publicado en Cuenca News, el día 1 de abril de 2016
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