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Pregón de Semana Santa en Las Mesas



BUENAS NOCHES:


Jesús les habló de nuevo:

Yo soy la luz del mundo

El que me sigue no caminará a oscuras,

Sino que tendrá luz de vida.



            Antes de nada, dejadme que agradezca en el alma las palabras de mi querido presentador, agradecerle el enorme cariño que ha puesto en ellas, se que son sinceras y has emocionado aun más mi corazón, gracias muchas gracias.



            Igualmente agradezco al ayuntamiento y hermandades, y muy especialmente al Director de la Banda de la Escuela de Música de la Mesas, Fernando Ugeda el haberme elegido y honrado con tan singular privilegio para contaros como este fiel nazareno vive y se identifica con la Semana Santa.



            Y por ello voy a intentar no defraudar vuestra confianza, ni la de estos grandes paisanos que hoy asisten al que ya dije, es uno de los días en que más feliz me siento, pues colma algunas de mis grandes debilidades de este mundo: en primer lugar mi Fe en la Resurrección de Jesús como única justificación a tanto dolor en la Pasión. También me hace feliz por describir mi Semana Santa, los que me conocen saben que la llevo en mi corazón y procuro vivirla con intensidad y devoción. Y como no podía ser de otra manera por permitirme que me sienta un privilegiado entre vosotros.




            Privilegio porque no se puede tener un auditorio más entrañable al que abrirle mi corazón dejando que mis palabras inunden este magnifico teatro con el único propósito de poner color, sentimiento y calor a todo lo que va acontecer en esta próxima semana.



             De otra parte, tengo que declarar que no me considero el más idóneo, el más indicado  ni el mejor merecedor de asumir la responsabilidad y al mismo tiempo el honor de trasmitir a los que ahora me escucháis, un mensaje sobre el que no dudo debiera ser yo el que tomara lección y el que recibiera de vosotros una mejor ilustración y un, más que profundo conocimiento; sin embargo no oculto que con el apunte de la primavera se produce en mi un cambio anímico, que me altera mi vida corriente y que me lleva solo a pensar en la conmemoración de la Pasión de Cristo  por las calles de mi tierra.

Lo llevare adelante, bien sujeto a las manos atadas de mi Dueño, el  Santo  Niño de la Bola, señor del municipio, aparecido en el lecho del río Taray  a unos carboneros del mismo y os lo diré sencillamente en procesión, desde el domingo de Ramos con la cruz de guía en el dintel hasta el cerrojazo a la entrada de la procesión del Domingo de Resurrección.



            Ilustrísimas autoridades Civiles y Eclesiásticas, nazarenos / as, Paisanos y Amigos todos, os saludo con alegría a todos vosotros, que me dispensáis el

placer de vuestra presencia aquí, en esta tarde preludial para percibir mi palabra pregonera, ya que  habéis puesto vuestra confianza en mi para que cante lo más entrañable de vuestra tierra y de vuestra vida, aquello que amáis y sentís más profundamente, es decir vuestra forma de concebir y enumerar la carismática forma de hacer el ritual de la muerte del Maestro. 




            Villa de las Mesas, llamada así desde su principio y fundamento tanto por su descripción en escrituras antiguas como por haberlo oído a los antepasados, teniendo por sobrenombre Rubias, de manera que se puede decir  Las Mesas Rubias, Me presento ante vosotros, meseños/as  revestido con mi túnica de humildad, para cumplir la hermosa misión, sin duda la más culminante y noble  el más alto honor que pueda corresponderle  a un  aspirante a Creyente, conferenciar de Cristo sin merecer llamarse ni ser llamado Cristiano, vengo siguiendo al Hombre, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos ,resplandor de la luz eterna, sol de justicia cuyos rayos, desde el vientre de Maria, alegraron a Juan antes de nacer, pastor de la casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente,  en el Sinaí le diste la ley, y en la plenitud de los tiempos te encarnaste en las entrañas de María Virgen sin intervención de varón,

           

            Padre nuestro que estás en el cielo y que caminas por nuestras calles para que te sigamos, luz del mundo que enciendes nuestras mechas para no caminar en penumbra.



            Santificado sea tu nombre, en cada una de las advocaciones en que te veneramos.



            Venga a nosotros una nueva catequesis  pascual que fortalezca nuestra esperanza.



            Hágase tu voluntad en cada acción  y en cada decisión de nuestras vidas.



            Danos hoy una semana santa en esta población  cuya resonancia se muestre el resto del año y así traslademos la intensidad de las vivencias religiosas de estos días a nuestra práctica frecuente.



            Perdona nuestras ofensas como cuando Pedro, Santiago, y Juan no estamos a la altura en momentos trascendentales; te traicionamos  como Judas por quien sabe cuantas monedas: nos lavamos las manos como Pilatos, o tenegamos ante los otos como Pedro.



            No nos deje caer en las rivalidades entre cofradías, ni en los personalismos.

                                  

            Y libéranos





de la lluvia para que no tengas que pasar el mal trago de dejarte en casa.



            Él fue quien estremeció las entrañas de la tierra, quien cambio el devenir de la Historia, quien nos mostró un camino eterno de amor y humildad difícil de transitar, pero con la promesa de la mayor recompensas, fue quien predicó en el desierto y en el templo, quien se enfrento con fariseos e hipócritas, quien se enfureció al ver la casa de su Padre convertida en cueva de ladrones, quien se enfrento al poder con la fuerza del amor y la palabra  como únicas armas. Fue el bautizado en el Jordán por el más grande nacido de mujer, el que entró en Jerusalén a lomos de un humilde pollinico, el que instituyó la Eucaristía en el cenáculo, el que lloró sangre y pidió que pasara de él ese cáliz amargo, el que fue traicionado, encadenado, golpeado azotado, vestido con clámide y corona de espinas, el que fue condenado subió al calvario con la cruz a cuestas con la única ayuda de Simón de Cirene, el que cayó tres veces, el que fue clavado en la Cruz muerto y sepultado. Y el que resucito al tercer día, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Fue quien selló la nueva alianza, el que nos legó el evangelio y la esperanza no sólo de un mundo mejor, y más justo, sino de la vida eterna junto a él.



            Con férrea regularidad dobla el tiempo la esquina que nos introduce cada año plenamente en el ciclo austero y áspero de la Cuaresma, A tras quedo la ternura incomparable de los misterios navideños, con sus escotes,  cuando el hijo de Dios se hace hombre y nace en un portal humildísimo, para enseñarnos el camino de la virtud, grandiosa majestad de las Semana Santa, cuando ese mismo Hijo de Dios muere en la Cruz para redimirnos ¡ júbilo triunfal y ardoroso de las fiestas pascuales, que conmemoran la resurrección del Señor! Encanto supremo de esta tierra  a la Virgen María, cuyas ermitas perfuman las más agrestes montañas y los más estrépitos valles.



Consuelo infinito de las Semana Santa, milagro de Amor que cada primavera se repite en las Mesas de Cuenca, para asombro y envidia de los mismos Ángeles.



Hermandades de la villa, que nos entusiasmáis con la magnificencia de sus cultos solemnes, con la fuerza arrolladora de la tradición, con las virtudes heroicas de sus venerables y sacrificados, con la riqueza incomparable de vuestro  templo, con la sugestión de sus misterios, con la esplendidez de su arte, con la pureza moral, con la promesa, en fin de su propia INMORTALIDAD.



            Religiosidad la vuestra que arrulla al niño al nacer…….



             Y aquí en esta tierra de la mancha alta, la Semana de pasión surge de manera excepcional, año tras año, como la manifestación espontánea y profunda del sentir de un pueblo, cuya fe se arraiga en una tradición de décadas y a la que hoy se incorporan aportaciones, que mantienen vivas y vigentes las costumbres anclas en lo más íntimo de las personas que habitan esta villa, el ajetreo surgen en las casas muy de mañana cuando la madre y abuela preparan el puchero más grande para llenar toda su gruesa geometría de legumbres y bacalao aderezado con ajos morados de la tierra y una punta de canela que nota su raíz oriental al que no le deban faltar sus buenos rellenos o pelotillas.

           

El ofertorio continua en la cocina donde las manos mueven Torrijas, Orejas de Fraile, Arroz dulce o de Polvorín, el padre se habrá engardo de  traer los quesos puros de oveja ( D. Merendón y Meseño Romero), tierno o curado al gusto del paladar, en la bodega de la casa duerme el excelente vino Picorzo y la nueva variedad del  ecológico Caballero de Mesasrubias, para se utilizado con mesura y humedecer todo lo anterior, para su mejor digestión.



Ya salieron del viejo baúl, del fondo  del gran armario, entre naftalinas, mentas o espliegos, las túnicas talares, el arco iris del dolor penitente, los capuces con puntas de mago, que sueñan ciparisos o torres, cordones, cíngulos dorados, blancos repicando silencios, borlas, cetros, capas, se prueban al niño y al adolescente, que ha crecido, se compran paños, que sirvan para confeccionar el nuevo hábito del recién cofrade integrado en la antigua y familiar cofradía. Todo debe estar colocado, preparado y cercano; los días que se avecinan son de vivir en la Iglesia, en la calle, siendo nazareno o siguiendo incansable los recovecos, esquinas, plazuelas buscando el reflejo del farol  en la cara entristecida de la Virgen o en el gesto dolorido de los cristos.





 

            Para la memoria es tremendamente  fácil confundir el montaje plástico, que ante los ojos podamos exponer, haciendo uso de estampas que activen la cronología de los recuerdos. Pues bien, la Semana Santa en las Mesas, es imposible confundirla  con otras. Aquí la masiva y solemne expresión religioso-popular, posee un marbete de todo inconfundible. Así pues, lo que esta villa expresa, y cómo lo expresa, en lo tocante a sus devociones, no podría suceder igual en otro sitio.



            Desde cualquier rincón de la  villa, es un gozo y un puro estremecimiento contemplar el zarandeante, monótono y medio avanzar de los pasos.



            Y un torrente de imágenes plasmada en detalle, invaden el corazón, licuando el alma de paz serena, contenida – tan sólo-por la arrasada y vidriosa mirada, que más que ver, adivina el paso del Hijo de Dios hecho Hombre.



            Las Mesas, llama para sus procesiones, a las inmortales sombras de su histórico pasado, hidalgos, clérigos y caballeros- héroes en suma-que buscan a Cristo por los sillares de arcos, iglesias y edificios levantados en piedra viva, o en los negros barrotes de balcones, y rejas, forjados a golpe y fuego, como la vida misma, como la misma muerte; que en estos días –más que nunca-es un despojo a los pies del Resucitado.

           

La noche, en las jornadas de Pasión vividas en esta población se perfumará con el olor a incienso, a cera, a flores, con la imaginería inerte, escoltada por lienzos morados y negros y la cadencia de las cadenas, con sus pies arrastrados, en pura penitencia.



La oración encendida y apenas emitida por el leve susurro de unos labios ; y en la llama de cada vela, una plegaria ferviente, que llegará al mismo Cielo, para ser antentida por el Nazareno, pleno de Luz y Vida, hoy llagado y roto ante el sentimiento del pueblo Meseño.



En el claroscuro de cualquier callejón, al pie de una farola, en esta bendita villa nuestra-un año más-nos encontramos cara a cara, con lo que nuestro ferviente espíritu cree: El Cristo que agoniza y que busca con su último estertor el regazo del Padre, liberador de su Sufrimiento por nuestras culpas. De María Madre, cuya angustia raya el infinito, sola en la amargura que camina anhelante tras el Hijo al que la Vida se le escapa en el Calvario.



Y cómo no, algunos también nos encontraremos con el inmenso vacío y el entrañable recuerdo, de aquel que de la mano y el ejemplo constante, nos asomó-siendo aún niños- a la Fe en Cristo y en su mensaje de Camino en la Luz, la Vida y la Esperanza después de la muerte.



            Abre sus puertas acogedoras el pueblo, a los que se han ido pero nunca del todo, y a los que desean vivir esta celebración de tan hondo calado religioso y cultural. Todos encuentran esa familia que les espera, esa paz que buscan y ese pueblo que celebra sus fiestas más sentidas junto a las de su patrón, el santo Niño de la Bola.



            Tal es así, que el número de habitantes crece abundantemente y en tan sólo unos días que dura la Semana casi todos los que llevan a Las Mesas en el corazón se reúnen en su vía dolorosa de las calles, Santa Cruz, Roce, Fernández Nieto, José Mª Perona, Príncipe, Centro, Cuevas, Relojero, Toledillo, Cerrillos, Mirabueno, San Martín de Porres, San Cristóbal, Placeta, y en sus Plazas Constitución y de España, disfrutando de sus procesiones, del respeto y silencio que las arropa, del sonido de su Banda de Tambores y Cornetas que se impulsan en su andadura tras Jesús, de la música de su Banda de la Escuela  Municipal  que te envuelve y eleva el alma hasta donde se une lo humano y lo divino en cada persona, de las saetas que rompen la noche, llegando del oído al corazón del meseño.



            Esta Semana Santa empieza mucho antes a diferencia de las demás, pues meses atrás las cofradías en conjunto y cada una en particular se afanan en preparar con esmero cada detalle para vivir con profundidad, y hacer digna y agradable la visión a quien contempla las santas procesiones. Pequeños y grandes se vuelcan y muchos meseños y meseñas, acompañan a las imágenes de las que toman el nombre, siguen los pasos de aquellas que representan la vida y la muerte, o mejor, la muerte y la vida de quien era todo y se hizo nada por amor.





            Los más jóvenes tienen su momento el Viernes de Dolores en la celebración de la Prepascua infantil, con gran colaboración del  pueblo que se apiña en torno a la Iglesia, templo románico dedicado en honor de Ntra. Sra. de la Asunción, construido en la parte más alta de la villa, encima de los cimientos de lo que fuera un castillo o fortaleza árabe, de cuya ocupación no quedan vestigios, antes de que suceda esta celebración, ya en la Ermita se habrá celebrado el Vía Crucis y la Eucaristía.



            Se sucederán  actos  de hermandades y representaciones religiosas, caracterizados por su seriedad, sobriedad, penitencia  y sencillez. que comenzaran con el domingo de Ramos, con la Comunión, y bendición  de ramos en la Ermita, en este día se conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén y como acontecimiento particular se celebra la procesión del Hosanna, en la que los meseños saldrán al encuentro del Mesías, con las ramas de olivo alzadas, los cuales son  colgados en la ventana y balcones de las viviendas, donde perseverarán el mayor tiempo posible como símbolo protector.

           

            Las cadenas en el suelo arrastradas en un movimiento suave y monótono, impregnan  un suspiro especial  entre sobrecogedor, sereno y doloroso sacrificio, siempre en un profundo silencio 





  aclimatan junto al roce de las cruces de madera portadas por los Crucíferos de la Caridad, la procesión del Miércoles Santo y un Vía Crucis, sentido, nos acerca a los reales de tantos hermanos que sufren, Cristo Crucificado está agonizando y en su rostro hay un destello de dulzura, el dolor y el amor en una mirada que nunca se descompone porque está hecha de Esperanza, noche lúgubre, teñida de sangre, de dolor, Congoja de un hombre  que se tambalea entre los últimos instantes de una humilde vida y la trágica crueldad de una muerte tan anunciada como necesaria, que pasea sus ya casi póstumos sufrimientos por las angostas calles de la villa.



            El Jueves Santo, es día de luz y fuego-día del amor fraterno-para el mundo cristiano, y las Mesas se siente embebida en el homenaje que, en el interior de su iglesia  se tributa al Dios-Eucaristía, que yace en el cálido lecho del Monumento, con las flores y las luces rindiendo su fragancia y claridad.

 nos traerá  la tradición de la entrega y la traición de aquel beso, la celebración de la cena del Señor, la Hora Santa.

La procesión siempre en la noche, sucede a ritmo de música y silencio, a golpe de oración y verso, hermanos de túnica y fervor, Cristo se ha retirado a orar al Huerto de Getsemaní, triste y angustiado, triste su alma junto a los hijos del Zebedeo. Allí volverá a pronunciarse:

¡Padre mío. Si es posible pase de mi este Cáliz...!

Actitud patética y suplicante del Señor en el “paso” del Huerto, hincado de rodillas hacia el Ángel que levanta el cáliz eucarístico... ¡Miradlo y comprobaréis que va rezando, suplicando al Padre por las gentes de las Mesas.

Permitidme que descubra mi pasión por mi hermandad la de Jesús Orando en el Huerto de San Esteban, siempre he dicho que fui antes del “Huerto” que conquense y es que, teniendo siempre presente mi profundo  amor por la Semana Santa, en su totalidad, mi devoción por este paso roza la pasión. Esa súplica en la mirada de Jesús  y esa serenidad reconfortante que dibuja el rostro del ángel, todo ello resaltando sobre el ágil movimiento del olivo provoca en mí una extraña sensación, una poderos necesidad de gritar con orgullo: “ Miradlo, ahí está.” Tan impresionante como siempre, tan sencillo como nunca.”



“Jesús Amarrado a la Columna”,

            Amarrado a tu destino; atado a una columna que ya presagia tu final; asido por innobles cuerdas a una muerte injusta.

            Amarrado a las hermanas de la Sagrada Familia, al matrimonio Perona-López de Haro, a nuestras voluntades, a nuestros corazones, Atado al sentimiento de todo un pueblo al que también le aprietan tus cuerdas y le traspasa el alma tu dolor.

            Basto pilar que te mantiene entero, que te recuerda la Importancia de tu ministerio en vida. Pesada como tu responsabilidad, salvarnos, y dura como tu propia vida.





                        En el estampario de Verónica el azar injerta los llantos de las gemidoras:

            “Hijas de las Mesas, no lloréis por Mi; llorad por vosotras y por vuestros hijos”.  Melancolía y reverencia, admiración hacia el misterio del  destino, pudo pasar de largo o ser quizá mera espectadora del suplicio. Pero su corazón de mujer sintió piedad... y encontró el rostro de Dios.

            Bienaventurada es porque dio y recibió misericordia, amor y suplica; suavidad y rezo; paño de lágrima y sudor.

           

           

            Pero hay un rumor que viene desde la zona del toledillo junto al molino, hasta la ermita de de san isidro, llegando hasta san cristobal, y cruza el río taray  que nos habla del Nazareno, De Cristo caminando con la cruz a cuestas, que activa nuestra fe mirándolo de  cara, a pie de andas, nunca le faltan velas encendidas, plegaria de cera ardiente, en su altar diario, duele verlo caminar, apenas le sujetan las piernas, y la cruz que sobre su hombro carga es demasiado robusta; simboliza los pecados de toda la humanidad la gran cantidad de veces que el hombre ha faltado a la voluntad divina, las Mesas se entrega a su  Padre.

           

            “San Juan”,  Hermandad fundada en el año 1963, sus hermanos acompañan a la bellísima imagen del Evangelista  con túnica verde,  fajín y capuz rojo, portando estandarte de bellos bordados manuales, entre la lista de hermanos figuran Ángel Arjona, Ángel Luis Perea, Alberto Jiménez y José Rabadán entre muchos otros.



            “La Dolorosa”, En el crepúsculo del Jueves y Viernes Santo, la Virgen es acompañada en procesión por multitud  de hermanos,  vistiendo túnica negra y capuz azul, el jueves y riguroso luto el viernes. Trasladan en carroza una bella imagen donada por Manuela Álvarez Arenas, adornada de bellos mantos y capas. La carroza fue sufragada con colaboración de todo el pueblo de las Mesas, siendo su presidenta María Isabel Mena.

            Acompañados por la Banda de Cornetas y Tambores “ Ntro. Padre Jesús Nazareno” y la Banda de la Escuela Municipal de Música.



            El negro velo de la noche se ha roto y la Virgen Dolorosa, ha tirado de las últimas estrellas del cielo y las ha clavado en su manto, esmaltado de mil luminarias de amor; para que el alfiler de sus puntas no hieran más al Hijo. Los cirios lloran su dolor de cera, la oración sube encendida a la altura y el sollozo de las madres se hace patente en la calle. La Virgen, mecida en son de plata y cascabeleo de ángeles, humana y celestial a un tiempo, recoge en la delicada bandeja de sus manos, el sentir de sus hijos Meseños.

            


            Doblan las campanas en nuestro interior el Viernes Santo día de luto y alegría contenida, pues el que muere, lo ha dicho, no queda en la cruz, sino que nos da vida, las calles meseñas recibirán el soplo  espiritual de la catequesis en las imágenes de las cofradías participantes en la procesión del atardecer, si en la mañana el Crucificado recorre su camino arropado por la gente que se va sumando poco a poco, ya oscurecido, de túnica y gala, nuevamente el pueblo de las Mesas sale a la procesión del Silencio.



Todos son ahora los cofrades que con sus Pasos acompañan a Jesús en el Santo Sepulcro y a la Virgen, que de riguroso luto, recoge a quien quiera en su manto.



Aún tirita el frío por el acerico de la torre de la Iglesia de la Asunción.



            Son las siete de la mañana cuando los redobles marciales del tambor reclaman la presencia “DEL QUE RESUCITÓ”.



Abre a la eternidad en la madruga del Domingo de Pascua, y allí la nueva vida, joven y por hacer del Santo Niño, con el Resucitado, se encuentra a María Santísima, portando las andas las mujeres Meseñas, cubiertas con un velo en señal de luto. En el relato que sin narrar las Escrituras, más ciertamente sucediera.



La Virgen, que se llama del “Rosario”, busca la penumbra por la calle ......

Resucitado está el Hijo, lo sabe; pero la santa duda no puede apartarse aún de Ella y lo busca con ahínco como cierva, que ha perdido su cervatillo, como el sediento a la clara agua fresca del manantial.

           

            Campanas, marcan sus pasos rápidos, señalando la senda verdadera el camino único.

            La plaza del Parador rebosa, Son miles de testigos, que exigen presenciar el emotivo encuentro.



            Se ven y el corazón de la Madre Palpita, se rejuvenece, brota como rosal en primavera, Y el Hijo sonríe y con la mano alargada inicia el divino abrazo. Todo el luto en los vestidos y en su alma desaparece.



            Es mi hijo Bienamado, Toda la mañana se llena de luz, la música de alegría eterna, con los jóvenes que seguirán el testigo de la pasión Meseña cada primavera con la luna .....en cabeza ya no es fin, sino inicio de una vida nueva que no hay que dejar escapar, Dios ha vuelto sobre el Hombre y en él perdurará por los siglos de los siglos.

           




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